CAPÍTULO
XIV
DE
VÍCTIMAS, FLORES Y FALLOS HEPÁTICOS
Cautivo
por aquella horda zombie adicta al tute, no me quedó más remedio que ver pasar
las horas en el salón, completando mesas impares y mediando entre disputas de
brisca, cuando a media tarde oí por la radio que se presentaba un nuevo cartel
de la Xunta contra la violencia sexista.
“Lo
más grande de Galicia no se maltrata” rezaba ese año el cartel. La oposición la
acusaba de infantilizar y cosificar a la mujer. Sin duda se hablaría mucho de
él por las redes.
Miré
entonces a Noemí, una entrañable anciana que jugaba a la brisca y me acordé de
lo ocurrido con otro cartel unos años atrás.
No
soy ningún experto en el tema, ni mucho menos, pero aquella cartelería llamaba mucho la atención.
El
primero estaba destinado a la promoción de la igualdad y representaba a un
grupo de mujeres que sostenían un dintel mientras desarrollaban distintas
profesiones. “Todas son Pilar” se titulaba. Haciendo un juego de palabras entre
el nombre propio y el elemento arquitectónico.
El
segundo cartel era el destinado a la prevención de la violencia de genero. Y
seguía esa misma línea, de buscar el doble sentido a las palabras. En él se
veía un mosaico de flores y en grande se podía leer:
“Rosa,
Hortensia, Margarita... No son flores, son víctimas”.
No
pude evitar cierta confusión profesional. Existe un fenómeno llamado “cosificación”,
por el cual, se trata a las personas como si fuesen “cosas”. Y en este caso no
me quedaba claro si los pilares y las flores se usaban como metáforas o estábamos
enviando mensajes cosificando a las mujeres. Pero como nunca me atrevería a contradecir
al sesudo equipo de profesionales expertos en igualdad y comunicación que
habían diseñado esa campaña, sencillamente los colgué.
Fue
a la tercera semana de estar expuestos, en una de las multitudinarias partidas
a las cartas, cuando Noemí empezó a tambalearse frente a la baraja.
-Serán
todo lo buenas que quieras, pero desde que las tomo, me siento fatal. Me dijo
con los ojos vidriosos.
A
Noemí siempre le duele algo y cosa que escucha, cosa que padece. Al principio
la creía y con ello conseguía que me la llevase un rato al despacho en donde me
lloraba y se lamentaba de lo la multitud de problemas de salud que padecía.
Hasta que un día me aseguró que el médico le había diagnosticado aluminosis.
-Ya
ves Alejandro, tantos años entre pucheros de aluminio tenía que pasar lo
inevitable… ¡TENGO ALUMINOSIS!. Me dijo entre llantos y sonándose violentamente
la nariz.
Para
quien no lo sepa la aluminosis es una degradación del hormigón. Los puentes y
edificios son los que padecen aluminosis.
(Efectos de la aluminosis)
Así,
que con tales antecedentes, unido a que justo en ese momento estaba intentado
colar un órdago a la grande a mis contrincantes, sencillamente la ignoré con
una sonrisa.
Creo
que fue cuando llegamos a “pares” cuando Noemí volvió a insistir.
-¡¡Ay
Alejandro!!, que me encuentro realmente mal, yo esto no puedo seguir tomándolo.
Dijo apartando un termo que tenía sobre la mesa.
- ¿Qué
es lo que estas tomando? Pregunté cediendo a lo que pensaba era una
llamada de atención.
-La
infusión de vitaminas Alejandro, además sabe fatal.
- ¿Y
eso quien te lo recomendó? Pregunté intentado a la par lanzar la seña de
bonita.
-Tu.
-Yo
no te recomendé tomar ninguna infusión de vitaminas. Le dije mientras mostraba
mis cartas. Aunque nadie había aceptado mi órdago a la grande si aceptaron un
envite, así que esa mano era mía.
En
ese momento Noemí se levantó tambaleando, señaló el cartel de “Rosa, Hortensia,
Margarita, no son flores, son víctimas” y se desplomó en el suelo.
Permaneció
consciente todo el tiempo, pero en un extraño estado letárgico que le impedía
hacer otra cosa que respirar. La ambulancia la llevó rápidamente al hospital y
yo, sintiéndome de alguna forma culpable, me ofrecí a acompañarla hasta que
llegase su familia.
Fue
una espera larga. Vivían en Vigo, a más de dos horas de Lugo. Y dado que yo no
tenía parentesco con ella, nadie me facilitaba información, así que rápidamente
mi mente empezó a imaginarse el peor escenario posible.
Todo
empeoró cuando dos policías se presentaron en la sala de espera, me pidieron
los datos y me solicitaron que no me moviese de ahí. En ese momento ya tenía la
certeza de que algo terrible estaba a punto de suceder.
Tras
más de dos horas de espera se presentaron en el hospital una hermana, un
hermano, sus tres hijos y cinco nietos. No tuve ni tiempo de hablar con ellos,
uno de los policías los acompañó mientras el otro se quedó sospechosamente a mí
lado.
Finalmente,
el policía que había acompañado a la familia, solicitó que le acompañase.
Al
entrar a esa habitación me encontré las caras más largas y amenazantes que jamás
hubiera visto en mi vida.
-Señora.
Tenemos que preguntarle si este es el hombre que le recomendó ingerir
hortensias. Le preguntó directamente el policía a Noemí ante mi asombro.
Ella
asintió tímidamente con la cabeza y la familia empezó a bufar y lanzarme hondonadas
de miradas amenazantes.
-¿Es
usted consciente que por su consejo Noemí ha sufrido un grave fallo hepático?
Me preguntó el policía.
-¿Pero
por qué iba a recomendar tomar hortensias a nadie?. Pregunté con cara de angustia
al amenazante público.
Noemí
tomó de nuevo la palabra
-
Colgaste un cartel que dice: Rosa, Hortensia, Margarita. No son flores, son
VITAMÍNAS. Añadió.
-¡VÍCTIMAS!.
Exclamé. –Tengo un cartel contra los malos tratos que pone eso: Rosa, Hortensia
y María no son flores son ¡VICTIMAS!. Exclame aliviado al verme libre de la
acusación de intento de homicidio.
Todo
el mundo estalló en carcajadas, todo el mundo menos Noemí que ofendida se cruzó
de brazos y enfurruño el ceño.
-Bueno,
es casi lo mismo. Me dijo malhumorada y herida en su ego.
No
pude evitar acercarme a ella y acariciarle la mano.
-Si,
Noemí, tienes razón, el cartel es muy confuso. Le dije en tono cariñoso.
Efectivamente
mal interpretando el cartel, la pobre Noemí, se pasó tres semanas tomando
asiduamente un combinado tóxico de margaritas, hortensias y otras flores,
afortunadamente ninguna de ellas letal, aunque sí dañinas.
Reconozco
que tras haberme visto durante unos segundos enfrentado a una acusación de
intento de homicidio, le guardaba cierto rencor, pero todo había sido un malentendido
y en el fondo yo también había aprendido una gran lección, casi tan grande como
el susto.
Si
tratas a las personas como objetos, o flores, no es extraño que la persona que
lea el cartel piense que hablas de cosas o flores. Existe una delgada y tenue
línea entre la metáfora y la cosificación. Yo reservaría la primera a los
poemas para evitar confusiones. Pero como ya dije, no soy experto, así que me
reservo opiniones más profundas para otros momentos.
Por
fortuna Noemí se recuperó completamente, y sigue quejándose de padecer cosas como
el ébola y la viruela mientras juega a las cartas, espero que por muchos años.
CAPÍTULO XV
DE COMO SER TRABAJADOR SOCIAL
VEINTICUATRO HORAS AL DÍA
Ya anochecía cuando la luz volvió,
iluminó con tal intensidad la habitación que todos nos vimos deslumbrados. Hice
público mi júbilo. Pero mis compañeros de cartas en cambio se vieron contrariados.
Les gustaba esa sensación de “aislamiento tecnológico”, de volver a jugar a las
cartas alumbrados por las velas improvisadas con patatas como hacían antaño.