La auxiliar me lo había confirmado; no podría llegar al
domicilio hasta las cinco y media. Sin ganas de perder otra hora en un bar leyendo
el periódico por enésima vez me adelanté con la intención de ir preparando el
papeleo necesario para empezar el servicio.
Lo que los expertos denominarían “paisajismo” estaba excepcionalmente
cuidado. Una prolífica huerta daba paso a una serie de jardines con plantas,
propias y foráneas, que tupían de frescas fragancias el ambiente. La fachada se
perfilaba de motivos florares que nada desdecían a la multitud de carretillas,
lecheras y otros enseres reciclados como macetas.
No es extraño que se nos reciba con cierta desconfianza. Que
un hombre corpulento y barbudo llame a la puerta de una casa aislada suele
generar el recelo de su inquilina, pero en este caso, María abrió la puerta sin
mostrar el más mínimo temor. -¿Y tu quien eres?- Preguntó por la directa ataviada
con una fina bata de tacto brillante que dejaba entrever lo suficiente como
para generar cierta incomodidad.